La historia marca las constantes vitales de la sociedad. Si ampliamos el zoom vemos que los seres humanos son notas musicales que a base de canciones construyen sus hogares. Creo que es la definición que mejor se ajusta al aporte magistral de Ana Torroja, así como de Mecano, al girar del Planeta Tierra. La artista pisó el escenario de las Noches del Botánico de Madrid, después de estar varios años sin tocar en la capital.
¿Qué hace falta antes de un concierto de Ana Torroja? Pues un poco de contexto con grandes temas que sonaban cuando la leyenda acababa de aparecer a modo de cuenta atrás. Con una puntualidad asombrosa, la artista sonrió reluciente al público en su salida.
No le hizo falta meter dinamita a una bomba que explotase en un momento intermedio del concierto, sino que la detonación llegó en forma de luz y color desde los primeros acordes. A las culpables se les podría definir como auténticos mitos, pues fueron: «El cine», «Ay qué pesado», «Allí me colé» y «Hoy no me puedo levantar».
Tras jugar este cuarteto de ases, Torroja voló con elegancia a su carrera en solitario con temas como «A Contratiempo». Pero sus majestuosas alas alcanzaron el clímax con «Veinte Mariposas» invocando a soñar libre y finalizando el primer bloque del concierto.



Miss Caffeina abrió con su «Punto Muerto» el siguiente tramo. Junto a la cantante demostraron un poder único dado por el brillo de las lentejuelas y la preciosa unión de voces de Torroja y Alberto Jiménez (vocalista).
«Cruz de Navajas» estremeció con un mimo especialmente mimado con delicadeza. Pero las penas volaron «Sonrisa».
Reivindicativa y necesaria como siempre ha sido a lo largo de su carrera, dedicó «Mujer contra Mujer» a Samuel, el joven asesinado fruto de un atentado homófobo. Con su varita mágica, tocó las entrañas entonando cada uno de los versos de este tema.
Tras celebrar el paso de la vida en «Un año más» y girarse a ver el astro nocturno en «Hijo de la luna», los aplausos resonaron con fuerza creyendo que era el final del espectáculo. Pero, ni mucho menos, pues aún quedaba mucha historia que inmortalizar. Como una huella en el asfalto reciente, Alaska saltó al escenario para crear una maravillosa unión de divas en «Hora y cuarto».



Antes de su marcha, Ana Torroja se desnudó en cuerpo y alma, conectando de forma mágica con el público gracias a unos bises acapella a petición de los asistentes.
Por último, las luciérnagas de los móviles bailaron en un lento vals con la voz de la cantante al son de «Me cuesta tanto olvidarte». Los flashes hicieron eterna una noche para contar a las futuras generaciones.
Ana Torroja ha conseguido la inmortalidad, no me cabe duda de ello.