“El verano en que me enamoré” es la nueva apuesta por las series románticas y adolescentes de Prime Video. A todos, con la llegada de las vacaciones, nos gusta desconectar y ver series que no nos hagan mover mucho las neuronas, pero esta, sin duda, se pasa de castaño oscuro, puesto que es una constante repetición de clichés típicos del mundo del cine.
Un triángulo sentimental se desarrolla en una casa paradisiaca en medio de la playa. Un grupo de cuatro amigos, junto a sus respectivas madres, tendrán que encararse al paso del tiempo y sus consecuencias. Sin duda, el verano al que se enfrentan cambiará sus vidas.
Vamos a desengranar, poco a poco, cada fallo de esta serie. En primer lugar, y como no podía ser de otra forma, están las interpretaciones de los actores, extremadamente frías y poco creíbles. Los artistas consideran que con una mirada intensa solucionan la mitad de la trama cuando, en realidad, lo único que hacen es entorpecer al público más exigente.
Aunque, sus personajes tampoco se quedan atrás. Por un lado está Belly, que, tras pasar por la pubertad, su única meta en la vida es llamar la atención de todo varón que se acerque, fingiendo un aparente romance solo para llamar la atención de aquel que realmente le gusta. En su oposición, tenemos al príncipe azul de la historia, Conrad, el cual se pasa de intenso y de alcohólico. No aporta nada a la trama, pero se supone que tenemos que caer rendidos ante él.
Para variar, hay una gran diferenciación de la clase social de las familias. Por un lado la familia blanca, cuyo dinero no patrocina su felicidad y por otro, los de descendencia oriental. Aparentemente no se ve ninguna diferencia entre unos y otros, pero con frases hechas se encargan de resaltarlo, uniendo el fracaso profesional y la incapacidad de ahorrar dinero al colectivo racializado.
Para rematar la jugada, meten una chispa de machismo, teniendo que presentar, al más puro estilo Bridgerton, a Belly. ¿Para qué? Pues tampoco se expone con mucha claridad el motivo, pero ahí está.
Como ya habéis podido comprobar, esta serie es lo más parecido a una película de domingo por la tarde en Antena 3. ¿Y qué pasa siempre en estas películas? Efectivamente, que alguien se tiene que morir. Sin ton ni son, una de las matriarcas tiene un cáncer que se niega a que se lo traten. Pero tampoco te preocupes mucho, no lo van a resolver en los siete episodios.
En definitiva, la simpleza absoluta me molesta en exceso.