En ese momento, en el que la puntualidad se cruza con el apagado de luces como dos caminos destinados a encontrarse eternamente, Víctor Manuel saltó al escenario del Wizink Center para cerrar su gira de 75 aniversario en la música.
El concierto fue un auténtico reencuentro entre grandes himnos históricos para España con el público que los ha hecho inmortales. Esta intención fue clara desde el inicio del show, con el pistoletazo de salida de canciones como «Danza de San Juan» o «Bailarina».
Además, el concierto fue una crónica generosa de la vida del artista. Cómo un artesano, Víctor Manuel desnudó los pasos y las historias que hay detrás de sus grandes historias con una sencillez sublime. Sin duda, pudimos disfrutar de todos los eslabones de su árbol genealógico descrito en forma de versos. Desde el mítico «Abuelo Víctor», pasando por sus padres en «El hijo del ferroviario» o «La Romería», hasta llegar a su hija Marina en «Nada nuevo bajo el Sol».
Pero el concierto no fue solo una autobiografía, sino también un auténtico ejercicio periodístico de crónica social. «Planta 14» y «Solo pienso en ti» estremecieron como la primera vez y «Digo España» fue un auténtico empleo de la libertad de expresión.
Tras viajar a Asturias, muchos pensábamos que el encendido de luces y la vuelta a la fría realidad de diciembre era el siguiente paso. Entonces, la musa a la que no le hace falta apellido para calar en la memoria de todos, apareció en el escenario con su luz. Ana Belén hizo las delicias junto a su esposo cantando «La Puerta de Alcalá».
«Esto no es una canción» fue la traca final, que demostró que al maestro sabiduría no le falta y aún tiene muchos acontecimientos por narrar en nuestro país.
Una ovación apoteósica fue inevitable. Víctor Manuel es historia.