La vida da muchas vueltas, a veces en una dirección u otra, pero siempre de forma concéntrica a músicos que sentimos familia y a canciones que son un espejo sobre el que ver reflejadas nuestras vivencias existenciales. Una de estas artistas es Miriam Rodríguez, que anoche llenó la Sala Wizink, con su «Línea Roja Tour».
La cantante gallega, un concierto más, consiguió ser tan cristalina que sus sentimientos se convirtieron en los de una marea de fans que lleva muchos años viéndose las caras allá donde suenan sus acordes.
Ella comenzó rompiendo mucho más que el champán, rompió nuestra piel hasta meterse tan dentro que el disfrute fue la única opción. Pues sí, nos demostró que nunca se está mejor que cuando se está bien y que no hay que olvidar aquellos rugidos que nos hicieron felices como «Hay Algo en Mí». Además, hay que destacar que su mirada fue bandera absoluta de la gratitud durante todo el concierto.
Por otro lado, demostró que es mucho más que un show y un sentimiento perfectamente orquestados, también fue un discurso consolidado y maduro. Fue altavoz de la ansiedad en «De vez en cuando» y refugio en «Conmigo Suficiente», dos canciones que tuvieron como interludio las inseparables e inolvidables «Más de lo que ves» y «La diferencia».
Posteriormente, en «No!» demostró de nuevo su capacidad para domar las masas con un canto sanador, donde cada asistente pudo liberar sus fantasmas, tal y como pasó en «déjame cuidarte» al piano. En definitiva, Miriam es atemporal y su esencia es eterna.
Y tras hacer que Madrid hablase en gallego con «tes que ser aqui» y repasar algunos de los hits de su último disco, la «Línea Roja» se desdibujó para construir un circulo en el que abrazar a todos los asistentes.
Gracias Miriam por tu entrega y por hacernos sentir vivos.

