Hay conciertos que son similares a volver a casa. Pase el tiempo que pase en el frío exterior, siempre nos reciben nuestras cosas en el mismo lugar en el que las dejamos, inmunes. Así es Pablo López, un lugar al que siempre volver cuando buscamos regresar a los versos que nos vieron crecer para comprobar nuestro viaje vital.
El inicio del concierto se hizo esperar, pero llegó como una ráfaga intimista contrastada a la perfección con la grandeza de la Plaza de Toros de Aranjuez. El artista comenzó emitiendo vida sobre las teclas del piano, con reflexiones vitales como “No me arrepiento” o la siempre canción sin techo, “El Patio”.
A pesar de ello, el piano no fue la única vía de comunicación. También hubo tiempo para coger la guitarra y que todos los músicos encima del escenario se unieran en un momento de lo más intimista en “MamaNo” y “Te espero aquí”.
Y entre himnos y estrellas iluminando la noche en “La niña de la linterna”, el concierto terminó en un baile con el corazón de los espectadores en “Lo saben mis zapatos” y “Mira como bailan”.
