Rozalén nos regala una oda vital en Madrid

Rozalén nos regala una oda vital en Madrid

Vivir es un acto que hacemos por inercia, muchas veces con la mente llena de pensamientos de todo tipo, pero en muy pocas ocasiones nos paramos a pensar en los colores más positivos que conlleva este acto. A veces hace falta una mano en el hombro, que te enseñe que los arcoíris existen, pero que a su vez, te haga mantener los pies en el suelo, enraizados. Así es Rozalén, y esta es la emoción que llevo en el pecho tras haber vivido el paso de su gira por el Wizink Center.

Rozalén es la sinceridad suprema. Esa que se muestra con las manos abiertas, y a la que terminas abrazando e incluso, queriendo como a un miembro más de la familia. «Lo tengo claro», «Sácame la pena» junto a «Y Busqué», fueron las mejores bazas para construir el menú de la noche.

Entre los platos principales tuvimos una degustación exquisita de clásicos como «Vuelves» o «Comiéndote a besos». Pero también hubo tiempo para hacer terapia grupal, hermanarnos y sentir que las miles de personas presentes sintiéramos como iguales. Nos bajó a tierra con «Ceniza», nos llenó de nublada nostalgia con «Entonces» y homenajeó a Chavela Vargas.

Tras ubicar a Albacete en el epicentro de Madrid con una serie de cantos populares acompañados por danzas típicas, el concierto derivó en una fiesta de contrastes, donde el hilo conductor fue, sin duda, el corazón. «Mis infiernos» o «80 veces» fueron buen ejemplo de ello.

El final de la noche, fue una escalada sin fin. «Girasoles», «La Puerta Violeta» y «Todo sigue igual» fueron una auténtica traca de fin de fiestas.

Laura Salas

Soy fan, luego existo

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