Madrid no tiene mar. Se que no te descubro América, pero créeme que en la noche del pasado sábado tuvo algo parecido con la inmensidad de la mirada de Blas Cantó. El artista acarició las entrañas de los asistentes con su voz llena de superpoderes y su elegancia capaz de mecer sentimientos en la verbena de San Antonio de la Florida.
Blas comenzó un viaje lleno de paisajes de lo más variopintos con la pólvora en los bolsillos. «El bueno acaba mal» y «Marte» levantaron la danza de los asistentes. Posteriormente, viejas amigas, como «No volveré – a seguir tus pasos» y «Héroe», que llevan muchos años incrustadas en nuestras notas vocales saludaron y arrasaron.
El cantante murciano es un experto en derribar las fronteras físicas y atravesar la piel con canciones cargadas de empática verdad. Este fue el caso de «Complicado» que derivó en la fiesta del vivir que supone «Animal Distinto».
Como he comentado al inicio de esta crónica, este encuentro musical fue un viaje emocional y físico que nos trasladó, entre otros lugares, a México. El artista homenajeó estas lejanas tierras con «El perdedor» y «La cura».
Instantes después, me encontré de bruces con la razón por la que admiro tanto al vocalista. Desnudó su alma y se enfrentó a la emoción, haciendo fácil lo difícil. «El Príncipe» y «Voy a quedarme» alcanzaron la perfección que fue fulminada por la traca de fin de fiestas que supuso «Él no soy yo».