El tiempo se paralizó dispuesto a grabarse a fuego en mi mente cuando aquella canción sonó por primera vez. Yo, por aquel entonces apenas tenía una consciencia muy desarrollada puesto que no sobrepasaba los ocho años. Este tema era “Jueves”. Yo desconocía por completo que el disco “A las cinco en el Astoria” iba a ser uno de los discos de mi vida.
La voz de Leire Martínez, que por aquella época acababa de coger el relevo a Amaia Montero al frente de La Oreja de Van Gogh, me hechizaba y lo sigue haciendo a día de hoy. Suave melodía contrastada por un poder fascinante. El tiempo reafirmaría mi pasión por la voz de la cantante vasca.
“Cometas por el cielo” fue uno de los primeros discos que se sumó a mi colección tras meses de ahorros.
Pero, la cumbre de todo ello llegó con “El Planeta Imaginario”. A mis dieciséis primaveras me impactó el alto grado de implicación social del grupo visibilizando el alzhéimer o la violencia de género.
En la firma de discos de Madrid me sorprendió su empatía con el fan: mimándolo, conversando con él sin prisas y mirándolo a los ojos. Su delicadeza y su empatía son tan necesarias como sus letras.
El fin de gira llegó. Un ambiente excelente me sedujo en el Wizink Center. Me cautivó su facilidad para hacer bailar y emocionar a partes iguales. Además del silencio expectante en temas rompedores de almas.
El Covid retrasó la salida de su último disco “Un susurro en la tormenta”. Se trata de un poderoso CD lleno de instrumentales épicamente producidas además de la perfecta voz trabajada de Leire Martínez.
“Sirenas” para mi es la joya de la corona. Toda una limpieza de alma que deja a un lado rencores para escribir la triste historia de ETA y poder contársela a las generaciones venideras.
El tornado de emociones me llevaría de nuevo a un directo suyo. Me gustaría poder explicar que significa para mi los conciertos que me dejan tan buen sabor de boca que me producen cierto grado de nostalgia. Pero, creo que se resume en tres palabras: amor de fan.