Si alguien menciona la palabra ‘vampiro’ surgen dos tipos de persona: los que se imaginan al Drácula de Bram Stocker o quienes piensan en la familia Cullen de la ya mítica saga de Stephanie Meyer, »Crepúsculo». Sin embargo, no todos conocen a la que fue la primera aparición de un vampiro en la ficción: ‘Carmilla‘.
Escrita por Sheridan Le Fanu en 1872, Carmilla narra la historia de Laura, una joven que ve como su vida cambia por completo tras la aparición en su vida de Carmilla. Laura vive sola con su padre, institutriz y otros criados (que no puede considerar amigos como tal) en Estiria, Austria. Aislada en un castillo rodeado por bosques, la única esperanza de dar con alguien de su edad es que vayan a visitarla amigos de su padre junto con sus hijas, o bajar a la aldea más cercana, pero eso es algo extraordinario para la joven. La historia, que no llega a las 160 páginas (dependiendo de la edición) es contada por Laura a modo de carta, incluyendo sus pensamientos tanto previos como actuales a la hora de escribirla.
Tras una desgracia que impide que la joven se reúna con una joven de su edad (hija de un amigo paterno), Laura se siente devastada. Es ahí cuando, por casualidad del destino, aparece Carmilla en su camino. Mostrada como una joven débil y enfermiza aparece en su vida y en la de su padre, y se queda durante meses en su castillo. Dos jóvenes, de aparentemente la misma edad. Una, Laura, sin a penas conocer mundo, únicamente lo que su padre le permite por la circunstancia de tener que vivir y proteger esas tierras; la otra, Carmilla, con miles de historias que enamoran a la soñadora Laura. Y sí, utilizo el verbo enamorar puesto que, pese a la época en la que se desarrolla la historia y con el contexto de terror, los adjetivos con los que Le Fanu narra los sentimientos de Laura hacia prácticamente todo lo que hace Carmilla con ella y viceversa, dan a entender varias pinceladas de amor. Por lo que esta historia cumple un 2×1: primera vampiresa en la literatura y primera vampiresa LGBT. Una victoria más para el colectivo, chavales.
La ficción gótica es puramente mágica. La forma de describir las acciones y los entornos de Le Fanu realmente son dignos de aplauso. La historia, leída desde el año 2022 puede resultar demasiado obvia; pero no debemos olvidar que esta obra es del siglo XIX y que para la época supuso una revolución. Ahora, todo lo que se muestra como sorprendente en la historia puede parecernos algo típico, pero es que claro, todo viene de ahí. Es muy interesante leer y disfrutar esta obra, no solo por la cultura e ir diciendo de forma bien chulesca que ‘¿Cómo? ¿Qué te gusta Drácula? Bueno, yo es que prefiero los clásicos. ¿Que Drácula es un clásico? Bueno, si…Pero yo me refería a super clásico, el que va antes: Carmilla’. Y ya quedar como la persona más pedante, no sin antes narrar con sumo detalle el cuidado con el que Le Fanu se aseguró de que el lector se acabase enamorando de Carmilla tanto como Laura, y de obsesionarse con Laura casi tanto como Carmilla. O de quedarse envuelto en esos escenarios sumergidos en los bosques Austriacos, con el detalle justo que no te hace perder el hilo, pero con el suficiente despiste que a veces te obliga a divagar.
Y aunque no cuenta con el mejor final del mundo, si que le da un buen cierre a la historia y nos recuerda a la memoria que estamos ante algo gótico, oscuro y destinado a dar canguele en el 1872. Ahora nos sirve para el disfrute, leer algo diferente e incluso original comparado con las historias de vampiros que surgen en el siglo XXI. Nunca está de más volver a los clásicos y admirar el peso que tuvieron en el presente.