Creo que Godzilla no requiere de presentación ya que está incrustado en la cultura popular de la misma manera que podemos pensar en King Kong o en Superman. Todo el mundo conoce a este lagarto gigante irradiado, aunque sea de oídas, y probablemente todo el mundo sabe que proviene de una película japonesa, aunque su primer acercamiento fuera con alguna de las versiones occidentales, como la de 1998. Otra mucha gente, igual que ocurre con King Kong sabe qué es, pero no ha visto la primera película en la que aparece (1954 en el caso de Godzilla y 1933 en el caso de Kong), o siquiera alguna de las muchas películas en las que sale (nada más y nada menos que 39 en el caso del lagarto), pero parece reconocer ciertas características: que viene del mar, que es una especie de mutación por radiación nuclear de un lagarto y que lucha o contra la humanidad o contra otros monstruos gigantes (normalmente llamados kaijus este tipo de amenazas).
Aunque es verdad que reboots, remakes e interpretaciones de Godzilla las hay a patadas, la idea nuclear siempre parece que es la más usada, y no es nada descabellado pensar que su país creador, Japón, tuviera como telón de fondo el miedo a la energía y armas nucleares cuando se creó. Hacía sólo 9 años que habían sucedido los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki y, a pesar de que el país nipón ha usado durante mucho tiempo la energía nuclear, siempre está esa sombra de lo peligrosa que puede llegar a ser. Ahora bien, durante mucho tiempo las películas de Godzilla, si no tenían un mensaje antinuclear claro, ya fuera por el lagarto o por los otros monstruos gigantes que aparecían en sus películas, se basaban en el mero entretenimiento de una idea muy poderosa: dos bichos enormes dándose de guantazos o la humanidad luchando contra algo colosal. Aprovechando la reciente publicación del trailer de una nueva película, me pareció bueno idea explorar el film, a mi parecer, más curioso y que más se aleja de lo usual, que es Shin Godzilla, y que parece que llegó para cambiar ese mensaje y, aún teniendo una importancia especial lo nuclear, la idea se traslada a otra cuestión completamente diferente.
La película de Shin Godzilla, estrenada en Japón en julio de 2016, nos pone en una situación de lo más explotada: Godzilla despierta en el mar y va a tierra a liarla; hasta ahí todo normal. La cuestión es cuando en esta película nos “olvidamos” del lagarto y el protagonismo pasa absolutamente a los humanos combatiendo esta amenaza, y es que en Shin Godzilla la aparición en pantalla del lagarto no es muy extensa que se diga. La trama se desarrolla realmente entre despachos, con ocasionales apariciones de la arena de combate contra el bicho que es la ciudad; y es por eso por lo que nos acercamos más al realismo, más a la idea de cómo se combatiría a Godzilla realmente. Por supuesto, cuando uno piensa en películas con una amenaza a combatir y que se desarrolla sobre todo en despachos, nos viene a la mente una americanada muy acelerada en cuanto a los tiempos de su narrativa y que, al final, muestra una unión o un ensalzamiento de los valores buenos de la humanidad, en la que una persona con un cargo importante realiza una heroicidad al anteponerse a la idea principal para derrotar la amenaza y que, además, suele ser en el último momento; todo muy épico, vamos.
Aquí tenemos todo lo contrario, una trama bastante pausada, con unos seres humanos que avanzan con cuidado y con investigación científica combatiendo al monstruo a la vez que a lo más lento que puede ocurrir en un despacho de gobierno: la burocracia. En esta película podemos ver cómo todo el sistema está muy jerarquizado y pareciera que para decidir si se ataca a Godzilla con un tipo de misil u otro, tenga que estar aprobado por 6 personas distintas, de diferentes departamentos y con 4 firmas cada vez. Así, a pesar de la urgencia de acabar con un monstruo que destruye una ciudad y muchas de las vidas que se encuentran en ella, todo avanza muy despacio, siendo esta la principal crítica a la burocratización extrema, especialmente del gobierno japonés, pero que, no nos engañemos, sería fácilmente aplicable a la realidad de cualquier gobierno. El miedo a lo nuclear está presente, por supuesto, pero no centrado en Godzilla, sino en la presencia de los estadounidenses que forman parte de la ofensiva al lagarto; siempre con el recuerdo de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y, además, de nuevo la burocratización de un país en el cual el ejército de EE. UU. puede prestar ayuda, pero siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones administrativas primero.
Fotograma de una de las escenas de reuniones burocráticas de Shin Godzilla
Otro de los mensajes que parece querer trasladar la película al espectador es la lucha de la ciencia y la lógica frente a la idea belicista de solucionar el problema a base de misilazos, y es que al final es un grupo investigativo quien resuelve la mejor manera para derrotar al gigante (menos dependiente de EE. UU. y más, podríamos llamar, pacífica), aunque con una idea de colaboración entre naciones, especialmente centrada en los recursos más que en el proceso de investigación conjunta. De esta manera, la película parece volver a reabrir heridas y poner sobre la palestra temas polémicos en Japón, como los bombardeos nucleares, la dependencia de EE. UU. al no poder contar con un verdadero ejército propio por las negociaciones hechas entre ambos países después de la rendición de Japón y, sobre todo, la lucha entre el burócrata y el científico. Estos dos perfiles se representan en la película como lento, anclado en el pasado y dependiente de relaciones y tratados internacionales para el primero, e innovador, asertivo y capaz de realizar verdaderos cambios en el segundo.
Sin embargo, no podemos negar que es una película que no ha tenido tanta fama, a mi parecer por 3 cuestiones principales, aparte de la clásica de que no se le ha dado mucho bombo (o cuando se le ha dado parecía que la película iba de otra cosa, seguramente queriendo atraer a los espectadores con algo más típico por lo que entendemos que debe ser una película de Godzilla en occidente), que le han jugado a la contra. La primera es la lentitud de la película y cómo se centra en el gobierno japonés, aunque, como comenté antes, podría extrapolarse a cualquier otro; lo que puede hacer que el espectador no se sienta tan identificado ni tan incluido. La segunda cuestión es el aspecto de Godzilla, el cual va cambiando durante la película varias veces, pero que empieza con mal pie para el espectador que busca una epicidad en este tipo de productos, ya que solo con los ojos de la primera versión del lagarto que podemos ver, aunque realista, nos puede parecer un poco ridícula de primeras. Y el tercero es la cercanía con las películas de Legendary Pictures y de la Warner que empezaron su saga en 2014 y que son buenos productos de cine de kaijus, pero que se alejan demasiado de la idea de Shin Godzilla, haciendo que las comparaciones sean odiosas. Por todo ello, diría que se olviden del aspecto de esta versión de Godzilla si les ha parecido un poco extraño y que sean conscientes sobre la idea realmente de esta película para que no les pille de sorpresa y se vuelva contraproducente; porque, con estas dos pequeñas cuestiones para tener en cuenta, es una película realmente buena y, sobre todo original, tanto dentro como fuera el universo kaiju, para poder ver y disfrutar diría que con más de un visionado incluso.