Diez en punto de la noche del 29 de enero. Una aparente paz reinaba en el debate en redes sociales que abordaba una cuestión cultural: ¿Quién sería el representante español de Eurovisión? Todo ello parecía tener un claro resultado: un éxito comunicativo por parte de Televisión Española, pues logró recuperar a un público que había perdido la esperanza en el festival además de conseguir ilusionar al público fiel.
La mayoría de los concursantes lograron superar su actuación en las semifinales, como por ejemplo Tanxugueiras que lograron firmar con fuego su actuación en la memoria de todos los espectadores. El resto tampoco se quedó atrás, dando un espectáculo digno e histórico. Aunque, una vez más, no pudimos disfrutar de Gonzalo Hermida que continuó confinado en el hotel.
Contra todo pronóstico, Chanel se alzó con el micrófono que la reconocía como ganadora del Festival. ¿Injusto? Sí, puesto que cinco personas cualificadas del jurado impidieron el deseo de miles de personas de cambiar el rumbo de la candidatura española con una reivindicativa y necesaria canción en gallego. Una vez más, el poder pisa el sueño del pueblo.
Aunque, por otro lado, no me cabe duda de que Chanel será una digna defensora de los colores españoles en el festival europeo. Ha desbordado carisma y se ha dejado la piel siempre que se ha subido al escenario. Si TVE lo permite dando lo necesario a nivel escenográfico, tendremos una auténtica diva eurovisiva que pasará a la historia.
Por supuesto, no hay que permitir que las palabras de un jurado nos hagan perder la admiración hacia un artista. La única forma de demostrarlo es comprando entradas y escuchando sus canciones. El odio no soluciona nada, el odio solo destruye la salud mental de personas que han luchado por sus sueños. No caigamos tan bajo.