(Crítica) Las leyes de la frontera: una excelente oda al cine quinqui

(Crítica) Las leyes de la frontera: una excelente oda al cine quinqui

Una película huele a Goya cuando consigue no solo arrancar los gritos entusiastas del público en cada acción, sino que también los aplausos tras los créditos finales. Te envuelve en su mundo y al terminar se queda impregnada en tu piel, como quien acaba de tener una experiencia llena de adrenalina que le ha llevado al borde del paro cardíaco.

«Las leyes de la frontera» está dirigida por el exitoso director de cine Daniel Monzón, que acumula a sus espaldas múltiples premios por sus creaciones, entre las que se encuentran «Celda 211» y «El niño». La trama está basada en el libro homónimo de Javier Cercas, el cual no hemos tenido la oportunidad de leer, pero estoy segura que próximamente lo traeremos a Delirium Nostri.

Estas 2 horas y 10 de película relatan la historia de un grupo de delincuentes del barrio chino de Girona a los que se les une un joven de clase media introvertido pero con ganas de dar guerra.

Cada detalle de la película está cuidado con maestría. La música, los diversos decorados, las localizaciones, la estética de los personajes y hasta su forma de actuar, envuelven al espectador haciéndolo viajar hasta la época. Un elemento esencial es la fotografía llena de calidad, pues capta a la perfección la esencia amarillenta que asociamos a los 70 pero con el desarrollo tecnológico del cine actual.

Los actores dan lo mejor de sí mismos en sus respectivos papeles, pero especialmente llamativos son Begoña Vargas en el papel de Tere y Marcos Ruiz dando vida a Nacho. Ella es una mujer empoderada y dentro de la represión de la época lucha por ser libre. Su esencia traspasa la pantalla y es francamente inspiradora. Por otro lado, Nacho es un personaje con un alma gigantesca del que se puede percibir cada latido.

Precisamente el joven encarna una metáfora muy representativa de los tiempos en los que vive. Sus amigos sueñan con un futuro mejor, pero por su condición social parecen tener escrito su futuro. Además, una policía con una clara ideología franquista actúa con un odio falto de argumentos sobre ellos. Nacho gracias a la suerte de haber nacido en una familia de clase media «compra» su libertad.

Es muy emocionante ver cómo a pesar de sus diferencias, los chicos se miran como a iguales y no como a competidores en busca de supervivencia. El grupo de delincuentes acepta su paradero y constantemente están animando a Nacho para que no pierda las riendas de su vida.

La dosis de acción está justificada y no da cabida a un exceso de sangre. Además, siempre está acompañada por la música de la época que añade espectacularidad a la escena.

Constantemente se abren un sinfín de interrogantes que el espectador desea resolver. Con el corazón en un puño, el director cierra el film como un excelente director de orquesta, desencajando las mandíbulas del patio de butacas.

Un excelente regreso del cine quinqui que no hay que dejar escapar.

Laura Salas

Soy fan, luego existo

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