Aprovechando el próximo estreno de la segunda temporada de From (el 23 de abril en EE. UU. y el 28 en España), es un buen momento para repasar esta serie que sorprendió a la mayoría que la vio en su momento, pero que pasó, quizás, un poco desapercibida para el público mayoritario. Esta suerte de «Perdidos de terror», tal como lo han llegado a llamar, parece tener bastantes similitudes con la serie de Lindelof, es cierto. Podemos encontrar en ambos productos los puntos en común de un grupo de personas sobreviviendo en un mundo hostil, una comunidad dividida que tiene que colaborar para salir del lugar donde están encerrados, criaturas y eventos paranormales y, sobre todo, la sensación de que ni los espectadores ni los personajes sabemos lo que está pasando alrededor de los protagonistas.
Sin entrar en spoilers (lo que contaré sucede en los 10 primeros minutos del primer episodio o así), es necesario dar un breve contexto de la trama. La historia comienza con una familia que acaba en un pueblo del cual manera de salir por alguna misteriosa fuerza espacial cíclica y en el que, aparte de los personajes humanos, habitan una suerte de monstruos que solo salen de noche. Esta premisa, que puede asemejarse en cierta medida a El bosque, muestra un punto más cercano al drama y relaciones humanas que la película de Shyamalan. Y es que, aunque claramente el misterio de este pueblo mágico, por darle algún calificativo, y de las criaturas que lo habitan, es el principal hilo conductor de la serie; son las interacciones entre los personajes lo que consigue que nos enganchemos realmente. A nivel narrativo cuenta con un recurso muy común en las series con un misterio a resolver, y es el in medias res que se encuentra la familia que llega al pueblo, la cual no conoce toda la historia de los humanos que ahí viven ya. Esto nos da lugar a situaciones en las que no entendemos bien qué está ocurriendo con las interacciones entre personajes, pero que, al resolverse medianamente rápido la mayoría de los pequeños misterios, nos da una sensación de recompensa que nos mantiene continuamente enganchados, renovándose nuestra curiosidad.



Pero, ¿qué tiene que ver Stephen King con todo esto? Nada, o casi nada. Como bien reza el subtítulo de este artículo, esta serie es Stephen King SIN Stephen King. Y es que, a pesar de no participar en el proyecto, parece tener su huella por muchos lados, lo cual consigue darnos una especie de sello de calidad a la hora de afrontar la crítica de un producto como este. Una de las cosas que más parece gustarle a King es encerrar a gente en sitios y llevarlos hasta la locura, tal como ocurre en La niebla, El resplandor o La cúpula. Pero no solo es aquí donde coincide el guion de esta serie con los libros del apodado rey del terror; y es que el autor de novelas como Cementerio de animales o El cuerpo cuenta también con una capacidad especial para narrar historias fuera del marco común de ciudades y adentrarse en la vida más común de los estadounidenses. Todo esto puede encontrarse en From; desde el encierro en un pueblo que no te permite salir de él, hasta la vida común de las personas que conviven en él y que parecen tener que continuar su vida a pesar de todo esto.
Respecto a su parecido con Perdidos, sólo puedo decir que utiliza un sistema parecido para engancharnos con sus misterios; pero, además, creo que su parecido con la serie de 2004 podría ser más negativo que positivo. No me refiero con esto último a que las comparativas son odiosas y Perdidos parece que genera solamente una reacción en los polos opuestos de amor, odio, lo que se transformaría en odio solamente en From, ya que «nunca sería tan buena como Perdidos», o «después de Perdidos paso de ver otra serie así»; sino que mi foco está más bien en el desarrollo. Lo que seguro que determinará mejor, de cara al futuro, si From es o no una serie para pasar a la historia, muy probablemente tendrá más que ver con cuánto estiren la trama y los misterios, pudiendo llegar hasta el punto en el que quizás agoten al espectador. Igualmente, de momento, esta serie sí que merece la pena disfrutarla y, sobre todo, marcarse una buena sesión de fin de semana para ver (o volver a ver como será mi caso, este finde) toda la primera temporada de golpe, y llegar fresco a la segunda.