El evento de luces navideñas en el Jardín Botánico de Madrid desde hace dos años está siendo uno de los planes para estas fechas más recurrentes. La curiosidad se apiadó de mi familia y una servidora y nos lanzamos a la aventura de descubrir que se hallaba tras las verjas de tal ilustre lugar.
La primera sensación, tanto a las puertas como en los primeros pasos, era la de adentrarnos en un lugar mágico digno de película de fantasía, como por ejemplo el Bosque Prohibido de Harry Potter. Pero, como los anuncios de reconocidas hamburgueserías, cuando miras a los ojos, cambia completamente.



A pesar de que a la entrada se respetan las medidas higiénicas de prevención contra el covid, dentro todo cambia. El entorno está demasiado masificado, impidiendo en muchos momentos el pleno disfrute de las luces y la naturaleza. La relajación, se ve impedida por los gritos de los más pequeños.
Hay una falta de señales que de forma clara nos indiquen el recorrido a seguir. Todo ello hace que te sientas perdido y dudoso de si has logrado ver todo el contenido.



Diversas figuras están dispuestas en el camino. Al principio te ves atrapado por sus luces, pero con el paso del camino, te das cuenta que no es más que la repetición con diversa forma de una misma estructura.
Para terminar el artículo, añadir que el suelo está lleno de barro, y te puedes llevar un susto debido a resbalones inesperados. Todos sabemos que estamos en un entorno natural, pero un poco de cuidado nunca viene mal.