Escuchando a Pablo López soy capaz de aislarme del mundo, y si me lo propongo, hasta de volar. Esta sensación no envejece con el paso de los años y sigo encontrando las razones en su música. Esta reflexión ante la pregunta «¿De dónde nace la magia de Pablo López?» en forma de artículo, parte de su especial de Nochebuena: «Pablo López sin anestesia».
La primera respuesta a todo es su forma de vivir la música. Es un poeta de pies a cabeza que entona cada verso como si fuese el último de su vida. En definitiva, es una corriente nerviosa capaz de surcar la columna vertebral.
Además, es capaz de ser el psicólogo de sus propias canciones, las cuales le susurran sus necesidades más vitales. Él, ser inteligente, sabe hacerlas crecer con grandes colaboraciones que siempre cumplen con los requisitos de cada tema: si hay que subirle las cuotas de elegancia, si hay que arañarle el corazón al oyente, si por el contrario hay que conquistárselo…
Finalmente es su mirada limpia, capaz de ambicionar un poderoso futuro, mientras reconoce su pasado humilde la que le hace conectar tanto con su público. Poderoso fue el momento del especial en el que se reencontró con su primer grupo «Niño Raro».
En definitiva, larga vida al Pablo López de verdades eternas.