«Si vamos a morir, que no sea como puercos». Phenderson Djèlí Clark comienza con esta cita tan potente del poeta jamaicano Claude McKay. Esto se puede leer antes incluso del inicio de esta novela, en sus agradecimientos, y parece responder a la intención de Clark con su novela: remover sentimientos a través de la violencia.
Esta historia no es violenta en un sentido desagradable, al menos no por parte de las protagonistas y su banda. Es violenta como medio para narrar una aventura, violenta como puede ser ver una película de Los Vengadores, de Las Crónicas de Narnia o un episodio de 24, y es que, Ring Shout es eso, una novela de aventuras. Otra historia, eso sí, son los villanos, estos son realmente violentos, son violentones por el mero hecho de odiar, de ser monstruos y de querer alimentarse por placer y por codicia. Todo esto podría sonar bastante común si no fuera porque nuestro trío protagónico son tres mujeres negras, mientras que los villanos son unos monstruos surgidos de un hechizo que se alimenta del odio y transforma a miembros del Ku Klux Klan y son los años 20 en EE. UU. En este marco es donde este autor afroamericano nos narra historias de humanos contra monstruos, espadas mágicas y cruces quemadas, maldiciones y destinos, y ficción y realidad.
Mi acercamiento a esta novela fue, por desgracia, erróneo. Me la habían recomendado como una historia de terror (género literario que adoro), pero realmente no produce miedo leerlo y tampoco creo que realmente lo pretenda en el sentido usual. Es una novela de aventuras fantásticas que, si bien no inspira temor, sí que consigue provocar al lector la sensación de tener una nube de incomodidad sobre su cabeza constantemente. Esa nube se mantiene y continúa, paradójicamente, con breves pausas; las que realiza Clark en varios puntos de la novela, en las que, usando un formato de notas que parecen sacadas de una enciclopedia o investigación antropológica, mezcla la ficción con historias reales de esclavos, nos engaña rescatando retazos de la esclavitud en EE. UU., sobre todo con relación a la libertad y la música. Y es que no en vano este libro se llama como uno de los cánticos y bailes más conocidos de los esclavos africanos y afroamericanos, los rings shout; en donde se cantaban himnos religiosos o historias de pequeños revolucionarios que se enfrentaban a sus señores, con un cierto toque que podríamos decir que es cómico en estos últimos. Ese es el caso de Move, Daniel, que pueden encontrar en la lista de Spotify que hemos creado para este artículo para escuchar mientras disfrutan de la novela:
Aunque el autor no es muy sutil en sus formas, con las representaciones de los enemigos como monstruos con características físicas que recuerdan a los miembros del Klan de manera explícita (color blanco como el hueso y cabezas puntiagudas), o que uno de los principales antagonistas sea un carnicero; la falta de sutileza, al menos en la primera cuestión comentada, parece darnos una bofetada de realidad al recordar la cantidad de veces que hemos visto a villanos y monstruos con claras caracterizaciones que reflejan a personas de otro color de piel. Esto ocurre no solo en la fantasía, sino también en el propio género del terror; y es que todo esto cobra una especial relevancia debido a la similitud en algunos momentos con la literatura del genio de Providence, H. P. Lovecraft, uno de los fundadores del terror moderno, especialmente en EE. UU., pero que no puede librarse una gran polémica precisamente por el clasismo y racismo inherente en sus relatos. Así, Clark invierte las tornas y recupera un poco de todo el daño realizado, convirtiendo por momentos a esta novela de aventuras en literatura postcolonial.
Entrando ya a nivel literario puramente, es muy sencilla de leer y corta, por lo que puede ser un entretenimiento genial para leer en un solo fin de semana. Aunque no se encuentra tampoco exenta de momentos con una fuerte carga dramática que elevan momentáneamente una novela de este género tan denostado en algunas ocasiones como son la fantasía y aventuras. Me gustaría destacar especialmente un breve pasaje que, sirviéndose de un cariz de leyenda infantil, habla de cómo a una de las protagonistas le hicieron creer de pequeña que los africanos tenían alas en su continente, pero que en EE. UU. se las arrebataron, y que ya de mayor se dio cuenta de que su madre se refería a la libertad. Esta metáfora, que podría no destacar en un principio por ser tan poética, toma un cariz mucho más impactante al ser comparada posteriormente con recibir las alas con al fallecimiento, lo que hace que caiga un jarro de agua fría sobre nosotros al recordar una de las pocas posibilidades de muchos de los esclavos para obtener su libertad, su muerte.
Probablemente, se ha podido ver que no he contado prácticamente nada de la trama de esta novela, y es que considero que los géneros de aventura y fantasía suelen sufrir mucho con un resumen de su historia, y asfixian mucho la experiencia de su emoción y viaje narrativo. Así que solo me queda recomendar una obra que realmente merece la pena y que, no por nada, fue nominada al premio Hugo, y galardonada con el premio Nebula y el premio Locus a la mejor novela corta en 2021.