Todd Field vuelve a la gran pantalla con Tár dispuesto a ganarlo todo. Con Cate Blanchett como gran estrella y candidata al Óscar, la película de Field se posiciona como una de las favoritas a la estatuilla, pero… ¿Qué es lo que nos ofrece Tár? No es un biopic per se, pues la historia es completamente ficticia. Pero, al igual que los protagonistas ficticios de las novelas biográficas de Virginia Woolf, la protagonista de Tár, Lydia Tár, no es otra que la representación del poder, la ambición y el narcisismo presente en tantas figuras del día a día real.
Las personas pueden nacer con poder (hijos de magnates o aristócratas) o ganárselo. Dentro del segundo grupo están quienes consiguen el poder con humildad y el que lo hace generando un caos detrás. Lydia Tár es la mezcla perfecta de todas las definiciones de poder. Llegó a convertirse en una de las directoras de orquesta más respetadas del panorama actual-ficticio. Hacia las cámaras, como no, todo es sacrificio, pero… siempre hay algo más. Cuando lo tienes todo, cuando llegas a ser alguien respetable y no te queda mucho más por conseguir en la vida, entonces es cuando decides cómo quieres ser recordada tanto de puertas afuera como al contrario. Y eso es lo que Todd Field se encarga de presentar en algo menos de la primera hora: la magnificiencia de Tár.
Pero, como hemos anticipado, no todo es magia y música. La ambición de quienes lo tienen todo les lleva a querer más de los que está a su alcance, e incluso a tocar líneas prohibidas. Lydia pasa las líneas gracias a la impunidad de su nombre, pero si huir fuese tan fácil no tendríamos película. Las partes más grises de Tár son una clara crítica a los magnates de la sociedad, estos que no solo viven de dinero sino también de influencia y apariencia. Podríamos hablar que es una película que aporta sentido a la llamada “cultura de la cancelación”.
Un nombre se me vino a la mente al terminar la película: Plácido. Y no continuaré con el apellido, pues no tenemos dinero para abogados. Es un nombre, pero hay muchos más que no se conocen y que, tan fácilmente como Tár, podrían caer. Por desgracia no todo es como en las películas. El poder es frágil, pero, no siempre, depende de los errores propios. Y, por eso mismo, siempre hay escapatoria para los malvados.
Encontramos en Lydia Tár un personaje mezquino con el que poco se puede empatizar; sin embargo, la actuación de Cate Blanchett consigue lo que otra actriz tendría muy complicado: sentir admiración por un personaje tan repelente. Cate Blanchett brilla entre los escombros que es Lydia Tár, convirtiéndose en una completa entendida de la música capaz de engañar al espectador. Los lados más oscuros de Tár llegan a su esplendor gracias a la magnificencia de Blanchett, la que, con seguridad, es la mejor actriz en activo del mundo. No quiero pasarme por alto el papel de Nina Hoss, brillante junto a Blanchett y aportando a través de su papel como Sharon Goodnow humanidad a Tár, un personaje insalvable.
La dirección de la película la convierte en un largometraje que no es para todos los públicos. No por su mensaje o contenido, sino por la forma de expresarlo. Es, objetivamente, una película larga y gris (en todos los sentidos). En ocasiones se siente como un documental, mientras que en otras la esencia indie brilla. Es una expresión mágica del cine, que absorbe al espectador en la historia y en la secuencia de los hechos, vivida en ocasiones como un reportaje televisivo. Compleja, sí; directa, también.
En definitiva, tres cosas nos quedan claras tras la visualización de Tár: La primera, que el poder es frágil, pero no siempre termina de romperse; la segunda, que Todd Field no debe de volver a abandonar la gran pantalla. Y, por último, que Cate Blanchett merece su tercer Óscar como la que más.