La realeza es un término asociado a la clase estamental más alta de la sociedad. Su puesto viene otorgado por el nacimiento. En términos artísticos, la definición varía sutilmente. Las estrellas del mundo de la música son elegidas por su pueblo y este cariño se demuestra en indescriptibles encuentros llenos de himnos atemporales.
Lola Índigo pisó anoche el Teatro Real con la firmeza que supone tener detrás mil batallas ganadas. Hizo fácil lo difícil y a muchos nos metió a fuego la idea en la cabeza de que nuestros sueños pueden bajar del cielo de los pensamientos para pisar la realidad.
El nacimiento del show fue protagonizado por «Animal», canción que marcó unas constantes vitales endiabladas. Allí donde Lola y su cuerpo de bailarines pisaban, el escenario temblaba. La performance, digna de Super Bowl, continuó con «Para olvidarme de ti» y «Discoteka».
Posteriormente, la artista miró fijamente a los ojos de sus seguidores y allí, en sus ojos, pudimos encontrar la verdad de un sueño cumplido. La granadina no solo brilla por su excelencia encima del escenario, digna de otro planeta, sino también por ser capaz de tocar el cielo de la música sin despegar los pies del suelo.
Los derroteros del concierto derivaron en el recuerdo de los ladrillos que conforman el palacio musical de Lola Índigo. «La Niña» con «Toy Story» y «La niña de la escuela» y «Akelarre» con su reconocida «Trilogía de las brujas» tuvieron un protagonismo indispensable.
Aunque, los recuerdos no se quedaron allí. Sobre el escenario se formó un pequeño tablao andaluz y las raíces de Lola salieron al exterior sin tener que escarbar mucho. «Inocente» o «Mala Cara» hicieron acto de presencia, antes de que el nuevo proyecto de la artista, junto a Pepe y Vizio, aterrizase sobre el escenario con el título «De plastilina».
Y ahora, permitidme que elimine barreras y os hable con el corazón. Belén Aguilera apareció sobre el escenario ataviada por una misteriosa capa para arropar a su amiga en «Dragón». Con ellas desnudándose ante el piano, entendí los porqués a mi pasión por la música y levité en una auténtica catarsis emocional. Gracias a ambas fui consciente de que el ser humano nunca puede llegar a la soledad suprema si existen voces como las de ellas, que colorean la vida. Desde estas humildes líneas quiero agradecer a ambas que sean mis compañeras de camino. Creedme que me es muy complicado describir tanta magia, el corazón palpita más de lo que las palabras son capaces de describir. Ambas son inefables.
Y los sueños cumplidos no quedaron ahí. Luis Fonsi apareció para cantar «Corazones Rotos» y evidentemente, la locura se desató.
Posteriormente, las altas temperaturas provocadas por canciones como «La Santa» o «Las solteras», nos hicieron creer con un concierto para siempre. Pero bien se sabe que la felicidad está compuesta por teselas efímeras como fue este concierto. Como no podía ser de otra manera, «Ya no quiero na» cerró la noche por todo lo alto.
Gracias querida Lola, por ser tan tú, tan superheroína que nos hace creer que puede hacer cualquier cosa sobre el escenario pero tan de verdad que nos enseña que a base de constancia y sacrificio todo se consigue.