La vida se puede definir como un camino de múltiples formas que podría asimilarse al paisaje que nos ofrece un entorno natural. Existen subidas, bajadas, curvas y hasta un camino de retorno que nos sitúa en el punto de partida. Soy de las que creen que el mejor amigo de la existencia es el destino, el cual tiene una importante misión: poner en los lados de nuestro caminar a personas que nos ayudan a hacer el tránsito más fácil. Ellos marcan las constantes vitales de nuestra biografía y se convierten en familia.
Como decía al comienzo de estas líneas, el camino no es fácil y en ocasiones puede asimilarse a un videojuego que bien podría compararse con el mítico Super Mario Bross. En mitad de la nada, hay que comenzar a darle vueltas a la cabeza para intentar superar el nivel, ya que nos encontramos con una gran caja con un interrogante dibujado en ella. Para ello se inventó el arte, para ayudar a los seres humanos a buscar entre sus infinitas líneas las respuestas a sus quebraderos de cabeza.
Los que nacimos con la música como narradora de nuestras aventuras tenemos una voz que nos ha visto crecer, a la que recurrimos de forma inconsciente y se convierte en abrigo durante las noches de frío. Cuando llega, revoluciona y puede llegar a convertirse en musa atemporal pero también en un miembro de tu familia que ejerce de voz de la consciencia. En definitiva, es un faro que guía a barcos intentando surcar las olas de la incertidumbre. Es fácil caer en la mitificación de este personaje, pero sin duda, aquellos que llegan con las palmas de las manos llenas de humanidad son los que se ganan la inmortalidad y el cariño.
A pesar de que es una obviedad, el tiempo pasa y pocas veces, en una sociedad marcada por la rapidez, tienes un momento para sentarte a reflexionar sobre tu propio proceso de hacerte mayor, hasta que llega un concierto de tu voz favorita. Ahí es donde te das cuenta de que la clave de la felicidad que encontraste como un tesoro enterrado en mitad de una isla desierta llamada adolescencia, te sigue haciendo feliz cada vez que lo abres. Y como si fuese el resultado de una producción cinematográfica, con cada verso te sientes el protagonista de tu propia serie vital viviendo un flashback de lo más realista.
Supongo que esto es la magia de la música y así se manifiesta una positiva nube de nostalgia.