Qué mejor para empezar esta serie de artículos sobre las bandas sonoras nominadas a las Óscars de 2023 que por un clásico de este género, John Williams.
Williams se ha encargado de crear la banda sonora para la última película de Spielberg, Los Fabelman (The Fabelmans), una suerte de biopic del director y sus primeras andaduras en el mundo de la dirección durante su infancia y adolescencia. Por eso parece que Williams intenta crearnos una sensación de nostalgia continua, y es por ello que el piano parece ser su principal arma para conseguirlo. Esto, en un principio, favorece al film, pero a la vez que nos deja con una sensación de comodidad en la que el compositor no termina de explotar todas sus capacidades.
Creo que es innegable que los años comienzan a pasar factura a una leyenda como Williams. Sus bandas sonoras parecen cada vez menos cargadas de su estilo característico, con armonías que han influenciado a tantísimos otros compositores del mundillo y orquestaciones y melodías capaces de sacar unos colores magníficos explotando cuestiones simples, pero increíblemente efectivas. Los Fabelman pueden confirmar esta tendencia, en donde podemos encontrar piezas con una preciosidad insuperables, como es el caso de «Mitzi’s Dance», en la cual Williams consigue de verdad no solo una bella pieza, sino hacerle justicia a la aún más bella escena que transcurre en la pantalla. Pero esto pareció agotar al compositor tremendamente, porque, desgraciadamente, poco más hay que rescatar de esta banda sonora.
Quizás no sea justo comparar a Williams con Williams, a todo artista le ocurre en algún punto de su carrera. Aunque es increíble pensar cómo el que probablemente sea el compositor no judío con mayor cantidad de bandas sonoras de películas con temáticas sobre la vida judía en sus mejores y peores momentos (los arreglos de ‘El violinista sobre el tejado‘ o la música para ‘La lista de Schindler‘ son sus dos grandes ejemplos, ambos ganadores de un Óscar), no consiga reflejar un ápice de identidad judía en la música de esta película que rebosa espíritu hebreo por todas partes. Por desgracia, esto llega a conseguir que Williams casi que acabe quedando como un goy que no termina de entender o esforzarse por lo que esta familia necesita expresar en pantalla.
Pero si tengo que pararme a decir lo que más me duele de la música de esta película es no solo que una tercera parte de su banda sonora no sea suya (debido a los motivos arreglados de Haydn y las piezas incluidas de manera literal de Bach, Clementi y Jandó), sino que la música con mayor carga dramática y peso argumental en la historia sea dentro de este ajeno tercio de la banda sonora. No es con Williams, sino con Bach y uno de sus concerti con quien descubrimos el momento de mayor impacto en la narrativa que nos muestran de la vida del protagonista, y eso dice, a mi pesar, mucho del resto de la música.


Para concluir quiero aclarar que no es una mala banda sonora, para nada; pero puedo afirmar que es una banda sonora perezosa, que desarrolla su musicalidad y su relación con la imagen de una manera cansada, quizás como el propio Williams a sus más de 90 años ya. Exceptuando esta pereza, que fácilmente podría hacerla pasar desapercibida si fuera de otro compositor, la banda sonora se encuentra dentro de lo que podríamos denominar un producto decente, interesante en algunos puntos, y con al menos una pieza que realmente conmueve y que transporta al mundo de sensaciones y fantasía que este gran compositor nos tiene acostumbrado. Tengo que confesar que quizás la dureza de mis palabras esté fuertemente relacionada con conocer las verdaderas capacidades de esta vieja gloria de la música para audiovisuales y ver que no llega a rozar todo ese potencial, y que eso duela tanto que cuesta sacar mejores palabras para definir este trabajo.
Oportunidades de ganar el Óscar: Medias/elevadas.
A pesar de lo expuesto, no podemos olvidar que la Academia sigue teniendo una especial predilección por este compositor, que lleva ya 5 Premios Óscar ganados (y no me he parado a contar las nominaciones porque son demasiadas); además de que, a veces, a la Academia gusta de premiar a compositores por toda su carrera cuando se acercan a una cierta edad, en lugar de premiar la banda sonora concreta, tal como pasó con Morricone, con el que intentaron enmendar el gran error de no haberle dado varios Oscars anteriormente.