Belén Aguilera salió, como musa entrando al Olimpo que poco tiene de mitología y mucho de verdad, mientras, un Circo Price abarrotado aplaudía la llegada de la cantante catalana. Los regalos empezaron a llover, como si fuese la Noche de Reyes y el público niños crecidos y deconstruidos. La primera canción fue el despertar de un tema inédito, posiblemente de nombre «Galgo».
Sus inseparables coristas saltaron al escenario para crear unidad a ambos lados del escenario, para normalizar y abrazar la «Inteligencia Emocional» mientras nos encontrábamos «En las nubes» ante tanto derroche vocal.
Desnuda de capas, la artista regresó a sus inicios para volar sobre las teclas del piano convertido en un armazón sobre el que se sostienen los corazones de muchos de nosotros. «Jaque al rey» fue la primera canción modelo en desfilar por la pasarela que forman las teclas blancas y negras de su piano, para derivar en «Locx» junto a Pablo Rouss.
El concierto fue poco más de hora y media de crónica vital, con momentos para llorar ríos y otros para acariciar el famoso cielo de Madrid. Este fue el caso del binomio construido por «Tirando del carrete» y «Fuck off», así como la bien hallada «Copiloto» que fue recibida entre vítores.
Tras el remanso de emoción proporcionado por la estela de luces formada por «T’estimo», las gargantas de muchos de nosotros se nos quedaron atrapadas en «La Tirita», la cual fue cantada junto a su otra mitad, Lola Índigo.
La fiesta de duetos fue rematada por Samuraï junto a la que conquistó con su «De charco en charco».
Y entre el imán para crear olas sobre la piel de «Mía» y «Cristal», el predestinado final fue puesto por «Camaleón».
A ti, que entre tus composiciones encontré mis descomposiciones y me diste la mano. Tus aforos han crecido mientras yo empiezo a entender el significado de hacerme mayor. Gracias por hacerme feliz Belén.
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