La película de Joe Dante, Gremlins es una de las cuales el merchandising sigue manteniendo una maravillosa relación de amor. Pero, el tiempo si que se ha divorciado de esta maravillosa relación con el paso de las nuevas generaciones.
Ubicándonos en la época, fue completamente transgresora, y si nos ponemos nostálgicos, siempre puede funcionar como ese lugar seguro al que acudir.
A pesar de que los efectos especiales que dan vida a estos pequeños seres se han quedado un poco (por no decir bastante) anticuados, siempre desencadenan un torrente de emociones contrarias: la adoración al bueno de Gizmo y el odio a los repugnantes Gremlins.
Los protagonistas a estas alturas de siglo se quedan a medio camino con una fragilidad extremadamente forzada, especialmente la femenina. Gracias a dios las circunstancias actuales no son las mismas.
Muy por encima, se deja ver un atisbo de racismo haciendo en más de una ocasión, comentarios despectivos hacia el extranjero y sus productos.
A pesar de que te puedes llevar más de un sobresalto, tiene puntos de humor muy buenos. Sin duda, me quedo con la parodia de la tradición de visitar casas cantando villancicos en plena Navidad. Aunque, esto no es sinónimo de éxito seguro, ya que, aproximándose al final, se les va de las manos el guion dando lugar a un exceso de alcohol un tanto turbio.
Hay que disfrutar de ella para juzgarla.
