La pandemia ha permitido que una serie tan querida como Riverdale vuelva a la carga. En marzo la situación actual obligó a un final precipitado. La quinta temporada ha retomado la trama que se había quedado en el aire. Pero ¿ha estado a la altura? Vamos a analizar la primera parte de esta temporada ya que se encuentra en pleno parón vacacional.
Nuestros jóvenes protagonistas están a punto de dar un cambio habitual pero radical en sus vidas: la marcha a la universidad. La nostalgia provocada por dejar atrás una etapa despreocupada inunda la escena. La serie enseña a dejar volar a personas queridas para no sobrecargar el camino vital. Con el paso de los años, serán un hogar al que regresar y en el que estará la complicidad intacta.
Los primeros episodios brillan con luz propia gracias a la ausencia de la violencia habitual que acostumbra la serie.
Cheryl y Toni siguen luchando por sus derechos como pareja. Se agradece una pareja LGTB tan firme y reivindicativa. Aunque el salto temporal ha hecho mella en ellas.
El fin del misterio relacionado con el voyeur de la ciudad es resuelto de forma razonable, señalando a un culpable lleno de razón y lógica para actuar de esta manera. Una diferencia muy clara con las anteriores entregas, sin duda.
El salto temporal adquiere una dimensión esperanzadora sobre la sociedad actual. Cada joven aporta su granito de arena, volviendo al punto de partida que los vio crecer para intentar sembrar vida dentro de la locura típica en Riverdale.
Para variar, todo el cotarro está dirigido por Hiram Lodge. Por él no pasan los años y milagrosamente (y poco creíble, por qué no decirlo) supera una enfermedad terminal.
El misterio llega a la serie de forma escalonada y oxigenada. El punto más álgido aterriza justo en el último capítulo antes del corte vacacional. El término paranormal parece llegar más fuerte que nunca. Veremos como terminan la jugada.
En rasgos generales, se puede decir que ha recuperado mi ilusión, esa que se fue con la atropellada temporada anterior.